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Entrega N° 1 – ¿Quién elige lo que escuchás?

a1000 , 11 junio, 2025

Hola, ¿cómo estás?

Te doy la bienvenida a la primera edición de “Salir de la burbuja”, este espacio donde cada semana intentamos entender cómo la tecnología está transformando nuestra relación con la cultura.

En tiempos donde los algoritmos deciden qué escuchamos, qué vemos y qué leemos, este newsletter busca ser una pausa reflexiva, una invitación a cuestionar esas decisiones automatizadas que moldean nuestros consumos culturales. Esta semana analizamos cómo el algoritmo de Spotify está redefiniendo la creación musical, charlamos sobre el primer “Festival Mundial de Cine con Inteligencia Artificial” , y les compartimos una recomendación cinematográfica que seguramente escapó a los radares algorítmicos.

Una aclaración antes de empezar: Los temas que abordamos en este newsletter suelen ser complejos y tienen múltiples aristas para analizar. Nuestro enfoque busca ser accesible pero sin caer en simplificaciones excesivas, tratando de iluminar las distintas capas de estos fenómenos de forma gradual. No pretendemos dar respuestas definitivas, sino abrir conversaciones necesarias sobre cómo la tecnología está moldeando nuestra experiencia cultural.

El Laberinto de las Recomendaciones: ¿Hay escape del algoritmo de Spotify?

Quizás no lo notaste, pero hace ya un tiempo que dejamos de decidir completamente qué música escuchamos. El cambio fue tan gradual que casi no nos dimos cuenta: de elegir discos enteros pasamos a consumir playlists curadas por una inteligencia artificial que cree conocernos mejor que nosotros mismos. Spotify no solo revolucionó la forma en que escuchamos música, sino que está transformando silenciosamente cómo se crea.

Cuando la plataforma sueca apareció en 2008, su sistema de recomendación era bastante rudimentario: te sugería música basándose en etiquetas y géneros. Si te gustaba Charly García, probablemente te recomendaría Spinetta o Fito Páez. Era predecible, pero funcionaba.

El verdadero quiebre llegó en 2014 con la adquisición de The Echo Nest, una startup especializada en análisis musical mediante inteligencia artificial. De pronto, el algoritmo podía diseccionar cada canción identificando patrones sonoros imperceptibles para la mayoría de los oyentes: la cadencia rítmica, los cambios armónicos, la textura instrumental. Ya no importaba tanto si un tema estaba etiquetado como “rock nacional” o “indie”; ahora el sistema entendía la música en un nivel casi matemático.

El Discover Weekly que llegó en 2017 fue la consagración de este enfoque. Cada lunes, millones de usuarios recibían una playlist personalizada que, con una precisión inquietante, anticipaba sus gustos. “Es como si un amigo que te conoce muy bien te armara un compilado”, pensábamos, sin advertir que ese “amigo” era un conjunto de algoritmos programados para mantenernos en la plataforma.

Lo que Spotify hace es recopilar una cantidad abrumadora de datos sobre nuestros hábitos: si abandonamos una canción a los 20 segundos, si subimos el volumen en determinado estribillo, si escuchamos música melancólica los domingos por la noche. Un mapa detallado de nuestras preferencias que alimenta su máquina de recomendaciones.

Pero el giro más interesante ocurrió en 2018 cuando la empresa le dio a los músicos acceso a esas métricas con “Spotify for Artists”. De pronto, los artistas podían ver exactamente cómo se consumía su música: qué canciones generaban más seguidores, en qué momento la gente solía abandonar sus temas, qué características tenían las canciones que mejor funcionaban.

Esta transparencia tuvo un efecto secundario que pocos previeron: los músicos empezaron a crear pensando en el algoritmo. Si antes componían pensando en la radio o en los escenarios, ahora muchos diseñan sus canciones para maximizar métricas en Spotify. Las consecuencias son evidentes en la estructura misma de la música contemporánea.

Las introducciones se volvieron más cortas (para evitar que saltemos la canción en los primeros segundos), los estribillos aparecen antes (para captar nuestra atención rápidamente), y los temas son más breves (el sistema paga por reproducción, no por tiempo de escucha). No es casualidad que en la última década la duración promedio de las canciones populares haya bajado de 4:30 minutos a menos de 3:30.

Ha surgido incluso un término para describir esta música algorítmicamente optimizada: “Spotify-core”. Así se denomina a las canciones diseñadas específicamente para funcionar bien en el ecosistema de la plataforma, con estructuras predecibles y elementos que maximizan la retención.

El sistema creó una paradoja fascinante: nunca tuvimos acceso a música tan diversa pero, a su vez, estamos escuchando producciones cada vez más homogéneas. El algoritmo nos encierra en burbujas de preferencias, mostrándonos variaciones sobre lo que ya conocemos, mientras los músicos producen material cada vez más parecido entre sí para no quedar fuera del radar.

Spotify intentó remediar esto en 2020 mejorando su sistema de recomendación con el objetivo de promover una mayor diversidad musical. Si bien los detalles específicos de los cambios algorítmicos no siempre son públicos, se sabe que la plataforma implementó ajustes para intentar romper las “burbujas de filtro” y exponer a los usuarios a una gama más amplia de artistas y géneros, incluso aquellos que no encajaban perfectamente con sus patrones de escucha habituales. Esto incluyó modificaciones en la forma en que se generan playlists como el Discover Weekly y Radio, buscando un equilibrio entre la familiaridad y el descubrimiento.

Un hallazgo interesante del propio equipo de investigación de Spotify, publicado en su artículo “Algorithmic Effects on the Diversity of Consumption on Spotify“, podría arrojar luz sobre la motivación detrás de estos cambios. Según el estudio: “We found that users who listen to a more diverse range of music are less likely to churn and more likely to convert to premium.” (Encontramos que los usuarios que escuchan una gama más diversa de música tienen menos probabilidades de abandonar la plataforma y más probabilidades de convertirse en usuarios premium).

Esta cita sugiere que la iniciativa de Spotify en 2020 para promover una mayor diversidad en las recomendaciones no solo podría haber sido una respuesta a las críticas sobre las burbujas de filtro, sino también una estrategia inteligente desde el punto de vista del negocio.

Sin embargo, estudios recientes sugieren que estos esfuerzos han tenido un impacto limitado. Según investigaciones como ‘How Do Recommendation Models Amplify Popularity Bias? An Analysis from the Spectral Perspective (2024), los algoritmos de recomendación continúan amplificando significativamente la desigualdad en la distribución de la atención musical, favoreciendo a artistas ya establecidos. El problema radica en una tensión fundamental: mientras Spotify reconoce el valor comercial de la diversidad para retener usuarios, su modelo se sigue optimizando para el engagement inmediato y predecible. El resultado es lo que algunos investigadores denominan ‘diversidad superficial’, concepto que refleja las variaciones dentro de un espectro estrecho que crea la ilusión de descubrimiento pero sin desafiar realmente nuestros patrones de consumo.

Lo que estamos presenciando es una reconfiguración de la creatividad musical. Los artistas enfrentan un dilema complicado: adaptarse al algoritmo para ganar visibilidad o mantener su visión creativa arriesgándose a la irrelevancia. Es una tensión que define la producción musical contemporánea.

Para los músicos independientes, entender el algoritmo se volvió casi tan importante como dominar su instrumento. Hay quienes lo rechazan completamente, componiendo deliberadamente contra lógica algorítmica, y quienes abrazan estas reglas no escritas, diseñando canciones que saben que funcionarán bien en la plataforma.

Buscando salidas al laberinto algorítmico

¿Existe alguna forma de escapar de esta espiral de optimización que empobrece tanto a creadores como a oyentes? No hay respuestas sencillas, pero podemos identificar algunas posibles vías de escape.

Para los músicos, quizás la clave esté en usar las plataformas sin dejarse usar por ellas. Artistas como Radiohead o Bon Iver han demostrado que es posible mantener una visión artística íntegra mientras navegan estratégicamente en el ecosistema digital. Otros están explorando modelos alternativos como Bandcamp, donde la relación con sus seguidores es más directa y menos mediada por algoritmos.

Como oyentes, podríamos recuperar prácticas que parecían olvidadas: buscar recomendaciones en publicaciones especializadas como Indie Hoy o Billboard Argentina, intercambiar sugerencias en comunidades como Reddit o incluso —¿por qué no?— volver ocasionalmente a la experiencia de escuchar un disco completo sin interrupciones ni distracciones.

Tal vez el verdadero acto de resistencia sea recuperar la intencionalidad: decidir activamente qué escuchar en lugar de consumir pasivamente lo que nos sugieren, y dedicar tiempo a explorar más allá de nuestra zona de confort algorítmico.

La tecnología no es inherentemente buena ni mala, pero tampoco es neutral. Los algoritmos de Spotify están diseñados con objetivos comerciales específicos que no necesariamente priorizan la diversidad musical o la innovación artística. Reconocer esto es el primer paso para recuperar cierta autonomía en nuestro consumo cultural.

El lanzamiento del Festival Mundial de Cine con Inteligencia Artificial

El Festival Mundial de Cine con Inteligencia Artificial (WAiFF) acaba de celebrar su primera edición en Niza (Francia), buscando demostrar que la inteligencia artificial no tiene por qué ser enemiga de la creatividad. El evento, que se inauguró el viernes 11 de abril, tuvo su gala de entrega de premios el sábado 12 de abril, donde se reconocieron creaciones de video y guiones realizados con IA.

Según reportó la agencia EFE, en total, se repartieron 7 premios entre una lista de 15 proyectos internacionales finalistas. Los ganadores se conocieron en la ceremonia celebrada en el cine Pathé Gare du Sud de Niza.

El reconocido cineasta francés y Presidente Honorario del festival, Claude Lelouch, declaró en el lanzamiento: “Nuestro objetivo es mostrar que la IA no destruye la creatividad.” Esta visión fue compartida por importantes figuras del cine y la tecnología que se reunieron para discutir cómo fusionar ambos campos de manera innovadora y ética

Algo más sobre esta noticia en World AI Film Festival set for launch: “Our aim is to show AI is not destroying creativity”.

LA VIRGEN DE LA TOSQUERA: El cine argentino que los algoritmos no te muestran

En un panorama donde las plataformas nos sugieren siempre más de lo mismo, “La Virgen de la Tosquera” de Laura Casabé aparece como un recordatorio de lo que nos perdemos cuando dejamos nuestro consumo cultural en manos de algoritmos. Esta película fue galardonada con el premio Género DAC en la reciente edición del BAFICI 2025, lo que subraya su calidad y su propuesta distintiva dentro del cine argentino.

Una extraordinaria película de terror sobrenatural a partir de un guión de Benjamín Naishtat basado en “El carrito” y “La virgen de la tosquera” de Mariana Enríquez, ambos pertenecientes al libro Los peligros de fumar en la cama.

“La Virgen de la Tosquera”, estará en exhibición entre septiembre y octubre nuevamente, pero si están con ansiedad pueden ver la película anterior de la directora: “Los que vuelven” (2019) en Cine.Ar y seguir a Laura Casabe en sus redes para ir enterándose de las novedades.

Nos leemos la próxima.

Juan,

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