
¡Hola nuevamente! Espero que hayas arrancado bien el año. Y si todavía no te fuiste de vacaciones y me lees desde alguna ciudad, que no haga tanto calor.
En el correo de bienvenida habíamos dicho que el objetivo de este newsletter era pensar las ciudades del futuro. Pero para transformar nuestras ciudades, lo primero que necesitamos es entender desde dónde lo hacemos. Y la verdad es que crear la ciudad del futuro desde el sur global, y más precisamente desde América Latina, tiene algunos condimentos extras.
Decíamos que más de la mitad de la población vive en ciudades. Bueno, en nuestra región ese número es muchísimo mayor. En América Latina, un 81% de la población habita en ciudades. Argentina se encuentra incluso por encima del promedio, con un 92% de la población concentrada en ciudades. Y lo que es más, un 37% habita en el Área Metropolitana de Buenos Aires.
Y dijimos también que eso hacía que las ciudades concentraran la mayor parte de las emisiones que causan el cambio climático. Pero la ecuación cambia un poco cuando vemos que Argentina representa menos del 1% de las emisiones globales, y América Latina contribuye únicamente con el 5% de las emisiones globales de efecto invernadero. ¿Por qué entonces debería ser una prioridad pensar en ciudades más sustentables?
Porque aunque no somos los principales culpables, si somos los que sufrimos las consecuencias. América Latina y el Caribe concentraron el 53% de las pérdidas económicas mundiales debido a desastres climáticos entre 1998 y 2017. Según un estudio de la CEPAL, el cambio climático podría costar a América Latina un 12,5% del PBI para 2050. A nosotros ya nos pasó: Argentina perdió 3% del PBI en 2023 por la sequía de ese año.
Y porque los efectos del cambio climático golpean especialmente a las ciudades a través de eventos extremos como olas de calor, tormentas o inundaciones, que a su vez pueden generar otros problemas como epidemias o cortes de energía. Y no se trata de un problema del futuro, es algo que ya está sucediendo hoy. Y las consecuencias son cada vez más dolorosas. Lo vimos hace poco con la tormenta en Bahía Blanca y las inundaciones que provocó la DANA en Valencia y Málaga, que dejaron incontables pérdidas materiales pero sobre todo de vidas.
De hecho, realizaron un ranking de riesgo climático en más de 2600 jurisdicciones de todo el mundo y Buenos Aires quedó en el puesto 40 de las más vulnerables. Las provincias de Santa Fe, Córdoba, Chaco, Santiago del Estero, Corrientes, Entre Ríos y Formosa entraron en el top 500.
Vieron que cuando hablamos de cambio climático lo primero que pensamos es en la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, lo que se conoce como mitigación. Sin embargo, tanto o más importante reviste la necesidad de prevenir, atenuar y minimizar los impactos del cambio climático. A eso lo llamamos adaptación, y esa debe ser la prioridad para las ciudades de América Latina.
Pese a la importancia que tiene la adaptación en nuestra región, el grueso del financiamiento internacional hoy se destina a medidas de mitigación, dejando muy pocos recursos para adaptarnos al cambio climático. Hoy, las medidas de mitigación reciben de los fondos multilaterales para el clima cinco veces más que las de adaptación.
Un informe realizado en 2022 revela que en América Latina el 69% del financiamiento internacional ha sido otorgado para políticas de mitigación en la región. En contrapartida, tan sólo el 14% del financiamiento apoya proyectos de adaptación, mientras que el 17% restante apoya proyectos con múltiples enfoques.
Esto cobra aún mayor relevancia si pensamos al cambio climático como un multiplicador de otros problemas. Los efectos varían según el territorio pero, por sobre todas las cosas, su magnitud depende de las condiciones materiales y sociales de la población que lo habita. Si vivo en calle de tierra, es más probable que mi casa se inunde. Si no tengo árboles ni plazas, la ola de calor me va a pegar peor. Si no tengo acceso a la red formal de electricidad, voy a ser el primero en quedarme sin energía. Y si no tengo agua corriente y cloacas, es más probable que me contagie dengue. Lo que sucede entonces es que las desigualdades preexistentes se profundizan.
Según la última actualización del Registro Nacional de Barrios Populares, en la Argentina existen al menos 6.467 barrios populares, en los que se estima que residen alrededor de 5 millones de personas. Según datos del Observatorio de Barrios Populares, en el 66% de los barrios populares la mayoría de sus habitantes no accede formalmente al servicio de energía eléctrica y en el 99% no lo hace al servicio de red de gas natural, utilizando para cocinar gas en garrafa y para calefaccionarse leña o carbón. Además, en el 91% de los barrios populares, la mayoría de los habitantes no accede formalmente al servicio de red de agua corriente, mientras que el 97% no accede formalmente al servicio de red cloacal.
Estos números hablan por sí solos, y nos permiten ver que estos barrios no se encuentran en condiciones para hacer frente a los efectos de la crisis climática como olas de calor, apagones o inundaciones. Hoy no hay mejor política ambiental que hacer obra pública. Viviendas, cloacas y energía.
Sin embargo, el acceso a estos servicios básicos no es el único problema. Según un estudio realizado por la organización TECHO, 4 de cada 10 barrios populares están expuestos a factores de riesgo ambiental por estar en zonas que se inundan cuando llueve, y tener cerca basurales a cielo abierto que pueden contaminar los cursos de agua de los cuales se proveen, o que si se prenden fuego en el marco de una sequía contaminan el aire que respiran los vecinos.
Cuando vemos imágenes de desastres naturales nos suele emocionar cómo la comunidad se organiza y se ayuda mutuamente. Pero si esos barrios carecen de infraestructura pública para hacer de sus calles y espacios públicos lugares accesibles y seguros, todo se hace más difícil. Un relevamiento de condiciones habitacionales desarrollado por La Poderosa y El Gato y La Caja descubrió que el 50% de los habitantes de barrios populares no tienen veredas ni acceso a internet. Y que la mayoría no tiene espacios verdes cerca.
¿Cómo puede hacer entonces la comunidad para tejer redes de solidaridad si sus calles están destruídas, no tienen cómo comunicarse y no tienen lugares donde resguardarse?
Las respuestas las iremos construyendo a lo largo de las próximas entregas, pero lo que es seguro es que la transformación de nuestras ciudades hacia ciudades más sostenibles no es un mero imperativo de supervivencia. Es mucho más que eso. Es una oportunidad para mejorar las condiciones de vida de quienes las habitamos.
Por lo pronto, si querés leer más sobre este tema, te recomiendo este informe sobre resiliencia climática en barrios populares de Argentina que publicamos en Jóvenes por el Clima junto a TECHO.
Si queremos transformar nuestras ciudades para vivir mejor necesitamos hacerlo juntos. La idea de este newsletter es que este intercambio no quede acá. Sino que sirva para plantar semillas en quienes leen, para que se involucren y broten en el asfalto raíces urbanas de cambio.
Es por eso que te invito a sumarte a la comunidad de A1000, un espacio donde vas a poder debatir tus ideas sobre la ciudad y enterarte de actividades, capacitaciones y oportunidades para participar en proyectos.
Y no quiero despedirme sin antes decirte que todo lo que venimos haciendo desde Jóvenes por el Clima hace años es producto de mucho esfuerzo. Y queremos poder seguir haciéndolo. Es por eso que si te gusta lo que hacemos nos serviría muchísimo que te sumes a nuestra comunidad de Socios por el Clima. Podés hacerlo acá, colaborando con el monto que quieras y puedas. Y si no podés, no pasa nada. También podés apoyarnos compartiendo lo que hacemos. En redes o con tu familia y amigos.
Si quieren charlar sobre urbanismo, me contestan este mail o me escriben por Twitter. Nos vemos en un mes en el próximo Raíces Urbanas!
Nico,
A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000