Educación para cerrar la brecha digital
Buenas, espero que estés arrancando muy bien el día!
Al momento de escribir este newsletter, no sé cómo estará el clima cuando lo recibas, pero estoy feliz de que ya se está yendo el frío y llegando los días cálidos del año (aunque muy lentamente). Seas team frío o calor, algo que no se puede discutir es la innegable superioridad de los días largos de primavera y verano 
Ahora, yendo a lo que nos convoca: la tecnología. No se vos, pero al menos yo vengo un poco harta con el tema de la Inteligencia Artificial y los avances que hay todos los días. Admito que a veces me siento un poco sobrepasada. Por eso en este news no vamos a hablar sobre eso sino sobre otra cara del tema.
Lo vemos y lo sentimos a diario: los avances tecnológicos han intervenido en casi todos los ámbitos de nuestra vida. Desde cómo hacemos planes con amigos y cómo pasamos nuestro tiempo, hasta el uso de Chat GPT para estudiar y la popularidad del trabajo híbrido. No vamos a debatir si esto es bueno o malo, pero sí nos concentraremos en el trabajo y, sobre todo, en qué medida nuestras competencias digitales nos ayudan a conseguir trabajo. Queremos analizar las desigualdades que persisten en este ámbito para poder imaginar qué podemos hacer para reducir la brecha digital.
Las tecnologías digitales tienen un enorme potencial para crear nuevos empleos y dinamizar la economía. Sin embargo, su evolución también ha traído una mayor exigencia para dominarlas y poder acceder a los trabajos actuales. Aunque a los jóvenes se los considere “nativos digitales”, la realidad es que muchos enfrentan una brecha de competencias que afecta sus oportunidades de conseguir un trabajo. Y lo más grave, es que la desigualdad en el ámbito de habilidades digitales contribuye a que también aumenten las desigualdades que existen en el mundo “offline”.
El desempleo juvenil es un problema grave a nivel global, y en el Cono Sur la situación es particularmente crítica. De acuerdo a un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), nuestra región tiene una tasa de desempleo juvenil del 21%, superando a América Latina (17%), y la OCDE (14%). Es decir, que 1 de cada 5 jóvenes no tiene trabajo. Y si entramos en el detalle de esa figura, las mayores tasas de desempleo afectan a mujeres, personas de hogares de bajos ingresos, jóvenes indígenas y afrodescendientes, y sí, a quienes viven en las grandes ciudades.
De los que están empleados, muchos se encuentran en la economía informal, con salarios bajos, condiciones precarias y poca seguridad jurídica y social. Y aquellos que sí acceden a empleos formales, muchas veces están “subempleados” o sus habilidades no se alinean con las necesidades de los empleadores. Si el futuro del trabajo es digital, ¿cómo podemos hacer que esta transformación sea accesible para todos y que sus beneficios no dejen a nadie atrás?
En esta entrega, te comparto tres proyectos que buscan cerrar esas brechas, potenciando la formación en competencias digitales y en habilidades socioemocionales (también conocidas como “habilidades blandas” de diferentes comunidades.
El STEM será inclusivo… o no será
Las industrias STEM (integradas por las Ciencias Naturales, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) se caracterizan hace décadas por tener una brecha de género notoria, donde se observa mayor presencia de estudiantes y profesionales hombres, que de mujeres y diversidades de género. Por ejemplo, en Argentina, las mujeres ocupan sólo 33% de los puestos de trabajo en la industria del software.
Se podría argumentar que en los últimos años la cantidad de mujeres que deciden estudiar esas carreras sí ha aumentado positivamente (en Latinoamérica, las matrículas femeninas en carreras STEM aumentaron un 70% entre 2012 y 2021). Pero AÚN ASÍ, eso no ha sido suficiente para contrarrestar la disparidad de género preexistente en esas industrias.
Veamos el caso de Argentina. A pesar de que las mujeres conforman la mayoría en el sistema universitario (61,3%), de acuerdo al informe regional de Chicas en Tecnología, de acuerdo al informe regional de Chicas en Tecnología, su participación en las disciplinas STEM es significativamente menor, ocupando solo el 37,3% de las matrículas. Y existe incluso disparidad entre disciplinas STEM: hay menos mujeres en el ámbito de las TIC (tecnologías de la información y comunicación), ingenierías, industria y construcción, que en las ciencias naturales y matemáticas.
Frente a este, si se quiere deprimente panorama, nace el programa STEM UP. Un proyecto que, para sincerarme, conozco personalmente porque tuve la suerte de formar parte. Creado por Global Shapers Buenos Aires, STEM UP convoca a mujeres de todas las edades, tanto estudiantes como profesionales, de carreras e industrias STEM, buscando apoyar y potenciar el crecimiento de las mujeres que decidieron estudiar y trabajar en esas disciplinas.
A través de talleres prácticos en habilidades socioemocionales claves para la inserción y crecimiento laboral, mentorías 1 a 1 con profesionales de trayectoria y conocimiento de la industria y el acceso a una red comunitaria de mujeres, el objetivo es potenciar y acompañar y potenciar el desarrollo profesional de las participantes que atraviesan el programa, para que puedan lograr todas sus metas.
Las integrantes de la comunidad tienen la oportunidad de realizar visitas a las plantas de diferentes empresas locales de esas industrias, y participar de eventos de la comunidad con el objetivo de seguir fortaleciendo sus lazos y acceder a oportunidades de networking que las ayuden a extender sus redes de apoyo.

Desde que el proyecto inició en 2023, más de 333 mujeres participaron en talleres prácticos como: Comunicación Asertiva, Trabajo en Equipo, Autopromoción y Liderazgo y Creación de proyectos de Impacto. Además, 138 formaron parte de las mentorías, en las cuales, durante 3 meses, las integrantes tienen sesiones con su mentora para identificar sus metas de corto, mediano y largo plazo, y diseñar un plan en conjunto para alcanzar esos objetivos.
Durante septiembre se llevó a cabo la quinta edición del programa. Asistieron más de 70 mujeres de Buenos Aires y 70 mujeres participaron de forma virtual desde diferentes provincias y países de la región. Y debo decir que ver la cantidad de mujeres que están comprometidas con su crecimiento y con continuar abriendo el camino para el resto de las mujeres este tipo de industrias es, por decir poco, un panorama más inspirador 👩🔧👩💻
El Club del Codeo
Como mencioné en la primera entrega, el objetivo de este newsletter es que encuentres ideas que te sirvan de inspiración para transformar tu comunidad. Y la siguiente iniciativa me voló la cabeza, porque es un proyecto abierto y fácil de replicar en cualquier lugar, que no solo ayuda a que los jóvenes se desarrollen e interioricen en el ámbito de la tecnología, sino que también te permite formarte a vos en el proceso.
Code Club es una comunidad global y gratuita formada por voluntarios que busca que los jóvenes aprendan habilidades digitales como programar, crear animaciones, páginas web y otros proyectos digitales. A través de los clubes, los jóvenes que participan no solo se introducen al mundo de la programación, sino que también fomentan habilidades como la resolución de problemas, la buena comunicación, el trabajo en equipo y la creatividad (habilidades que por cierto, según el último reporte de los Empleos del Futuro del Foro Económico Mundial, serán cada vez más requeridas).

Lo que me parece especialmente interesante, es que funciona de forma muy accesible y local. Cualquier persona puede iniciar su propio club o sumarse como voluntario. Los clubes se realizan fuera del horario escolar en espacios públicos como escuelas, bibliotecas o centros comunitarios.
Ni siquiera es necesario tener conocimientos previos de programación. Al igual que la lógica de una plataforma de “código abierto”, se puede acceder a guías de proyectos para realizar con sus paso a paso, talleres de capacitación, y a todo el apoyo que necesites para dirigir o participar de un club. Como mentor podes acceder a recursos que van desde promocionar el club, reclutar más mentores, y buscar apoyo financiero hasta códigos de comportamiento, guías de protección infantil y el contenido y lecciones de las sesiones.
La iniciativa empezó hace 10 años, y actualmente cuenta con más de 13.000 clubes activos en más de 100 países. Me parece que este tipo de proyecto, pensado para ser replicado y continuar creciendo donde sea, es un gran ejemplo de cómo podemos conseguir un gran impacto involucrando a la comunidad.
Explorar para conocer, y conocer para poder elegir
En una casona de 2 pisos en el barrio del Abasto existe hace 18 años, Puerta 18, un espacio comunitario que se centra en acompañar el desarrollo de niños y jóvenes a través de la tecnología.
Se trata de una comunidad abierta a jóvenes de entre 13 y 24 años, que ve en la tecnología un medio para minimizar las desigualdades, brindando las herramientas y el apoyo necesarios para que los jóvenes construyan su propio camino. 8 de cada 10 de los socios provienen de contextos socioeconómicos vulnerables. El proyecto está pensado para ser un espacio donde exploren y persigan sus intereses, generen confianza en sí mismos y encuentren una comunidad de apoyo.

Más de 6000 participantes han pasado por sus puertas desde entonces. Cuando la organización comenzó su trabajo, el principal desafío era la brecha de acceso a la tecnología. Era necesario introducir a los jóvenes a tecnología que muchos no conocían o nunca habían utilizado. En 2011, solo el 43,8% de los hogares tenía acceso a Internet, y el 52,8% disponía de una computadora. Hoy, la situación es diferente: en 2024, el 93,7% de los hogares urbanos tenía acceso a Internet y el 60,3% disponía de computadora. El acceso a internet aumentó notablemente, y si bien persiste la diferencia en el acceso a computadoras, la mayoría de los jóvenes están familiarizados con ciertas tecnologías a través de los celulares (90 de cada 100 jóvenes usan Internet principalmente en sus teléfonos).
Hoy, el foco de su trabajo está en cerrar “la brecha de uso”. Esto significa que los jóvenes dejen de ser meros consumidores de tecnología para convertirse en productores. Y también en reducir las brechas de acceso a la información y la brecha social, generando oportunidades y espacios de exploración para que puedan descubrir sus intereses, y ofreciendo acompañamiento en la elección vocacional, la inserción laboral y la generación de autoempleo.
Si bien, en sus inicios la iniciativa fue pensada para jóvenes en edad escolar, a medida que estos fueron creciendo y planteando nuevas necesidades asociadas a los siguientes pasos (decidir si estudiar, qué estudiar, cómo conseguir trabajo), se fue adaptando la propuesta para continuar acompañando a los jóvenes en esa nueva etapa.
Actualmente las propuestas se dividen en dos grandes grupos. Los chicos de entre 13 y 18 años pueden participar de actividades como el “Clubhouse Network”, un espacio que forma parte de una red global donde se desarrollan diversas actividades en simultáneo asociadas a la tecnología, la ciencia y el arte. También pueden acceder a talleres cortos (donde profundizar en contenidos y trabajar en equipo con compañeros con sus mismos intereses), a cursos rotativos basados en sus intereses y a un programa de apoyo escolar que integra la tecnología en cada materia.
Para los jóvenes de +18, quienes se ven seguido en la necesidad de entrar temprano al mercado laboral (muchas veces aceptando empleos precarios) existen actividades que van desde formación en disciplinas como diseño, producción audiovisual y programación, hasta capacitaciones en armado de portfolios personales, comunicación y orientación vocacional. El objetivo está en que no pierdan la posibilidad de elegir su futuro profesional, descubrir su vocación y acceder a empleos calificados en el área que les interese.
Bueno, hasta acá llegamos por esta edición. Espero que te haya gustado y nos vemos la próxima 
Un abrazo,
Muri.
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