
Hola, ¿cómo estás? Qué fruta noble el Mundial de Clubes, eh. No sé ustedes pero yo estoy disfrutando muchísimo de este torneo, y no entiendo cómo es que recién ahora nos dimos cuenta de que había que hacer algo así. El combo de europeos llorando por el calor y las patadas, y las buenas actuaciones de los combinados sudamericanos me tiene en modo Patria Grande. Larga vida a nuestro fútbol de potrero, viveza y gambeta. Larga vida a la bendita Copa Libertadores de América.
Si vos también bancás a nuestra región, es tu oportunidad para apoyar a una organización ambiental con mirada argentina y latinoamericana. Podés sumarte a nuestra comunidad de Socios por el Clima acá, colaborando con el monto que quieras y puedas. Y si no podés, también podés apoyarnos compartiendo lo que hacemos. En redes o con tu familia y amigos.
El otro día me crucé con la noticia de una residente de Nordelta que denunciaba que vecinos suyos habían matado un carpincho bebé, y prometía tomar cartas en el asunto.
Y aunque me pareció muy bien la actitud de esta mujer, me surgió la siguiente pregunta: a todos nos gusta la idea de vivir en contacto con la naturaleza, pero si no me quiero ir a vivir a un monte en el medio de la nada, ¿es Nordelta la única alternativa? ¿O hay alguna forma de poder disfrutar del verde sin depredar ecosistemas y poner en peligro a la fauna silvestre?
En una edición pasada expliqué por qué vivir en una casa con jardín no es sustentable a gran escala. Esto no se trata de un juicio de valor a elecciones personales que comprendo (yo también quiero pisar pasto), sino de entender que si la mayor parte de la población eligiera mudarse lejos de las ciudades tendríamos menos ecosistemas naturales, ya que estaríamos creciendo hacia los costados en lugar de hacia arriba, ocupando espacio que antes le pertenecía a la naturaleza.
A ello debemos añadir que el costo de llevar infraestructura y servicios (energía, agua, caminos, etc.) hasta esas viviendas lejanas dependientes del auto implicaría multiplicar las emisiones que producen el cambio climático.
Pero todo esto, por más cierto que sea, se pelea con una realidad: la gente quiere tener su casa con jardín. Y yo no me quiero pelear con la realidad. Así que en lugar de enfocarme en los aspectos negativos de la ciudad que se expande descontroladamente, quiero aprovechar esta entrega para explorar alternativas que nos permitan disfrutar de la naturaleza sin necesidad de escaparnos de las ciudades.
Es muy difícil llegar a un consenso sobre cuál es la cantidad objetiva de naturaleza que necesitan las ciudades. Lo que sí te puedo asegurar es que la frase que se repite hasta el hartazgo de que “la Organización Mundial de la Salud recomienda entre 10 y 15 m² de espacio verde por habitante” es mentira. La OMS jamás recomendó tal cosa.
Esto se debe a que la cantidad absoluta de verde no es el mejor indicador para este tema, ya que no nos dice absolutamente nada sobre su distribución, accesibilidad o uso. Si ese verde está todo concentrado en un único lugar, si ese verde nos queda lejos o si ese verde está privatizado o no cuenta con dimensiones adecuadas, la mayor parte de la población no podrá disfrutarlo.
Los espacios verdes son espacios de encuentro y socialización, cuyos beneficios para la felicidad al fortalecer las comunidades y combatir la exclusión social y el aislamiento han sido ampliamente documentados. Sin embargo, para poder disfrutar de los beneficios a la salud mental y física que nos provee la naturaleza, hay estudios que sugieren que se debe respetar la regla de 3-30-300.
¿Qué es la regla de 3-30-300?
Que puedas ver por lo menos 3 árboles desde tu hogar
El solo hecho de ver naturaleza ya nos hace sentir mejor. Existe un famoso estudio que analizó que los pacientes que se recuperan de una operación en habitaciones con ventanas que dan a la naturaleza se curan más rápido, se quejan menos y piden menos medicación.
De hecho, si uno se fija, en el diseño y la construcción de hospitales usualmente se contempla la incorporación de patios y jardines para trabajar en la mejoría de los pacientes.
El Hospital de Jesús, el más antiguo de América, cuenta con un jardín en su centro.
Que haya un 30% de cobertura arbórea en cada barrio
Aunque las plazas tienen árboles, acá importa fundamentalmente la cantidad de árboles que hay en las calles. Porque aunque ese porcentaje se suele medir desde tomas aéreas que permiten calcular la cantidad de superficie de una ciudad cubierta por árboles, los efectos se sienten abajo.
Una ciudad con muchos árboles frondosos reduce sustancialmente los efectos de las islas de calor y permite que las personas pasen más tiempo en el espacio público. Las calles con árboles pueden ser de 11°C a 25°C más frescas que las calles que carecen de sombra.
A 2018, según el último censo de arbolado, la Ciudad de Buenos Aires cuenta con más de 430.000 árboles, lo que se traduce en un 30,85% de cobertura arbórea de la superficie aérea porteña. Sin embargo, su distribución es desigual, lo que se traduce también en distintos grados de exposición a las olas de calor.
Un estudio de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) reveló que existen diferencias de temperatura de hasta 23ºC entre la zona sur y la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires, y concluyó que la superficie vegetada es la responsable principal de esta gran amplitud.
Que tengas un espacio verde a una distancia de 300 metros o menos de tu casa
Esta recomendación surge de los Indicadores Comunes de la Unión Europea y equivale aproximadamente a una distancia de 5 minutos a pie. El objetivo es que las personas cuenten con naturaleza en su cercanía para poder frecuentarla diariamente. Necesitamos pasar un mínimo de 2 horas a la semana en la naturaleza para nuestra salud y bienestar. No es necesario que esas 2 horas sean seguidas, pueden repartirse a lo largo de la semana. Por ejemplo, podríamos quedarnos 30 minutos en la plaza antes o después del trabajo 4 días a la semana. Pero para hacerlo, necesitamos que esa naturaleza nos quede cerca.
Sin embargo, acá comienzan a aparecer algunas diferencias. Mientras que la Unión Europea afirma que ese espacio debe contar con un tamaño mínimo de 5.000 m² (la mitad de una manzana urbana promedio), la Agencia Gubernamental de Reino Unido “Natural England” dice que el tamaño mínimo es de 2 hectáreas, es decir, 2 manzanas.
Más allá de los tecnicismos, la discusión del tamaño radica en torno a que esa plaza o parque tenga el tamaño suficiente para que las personas puedan realizar actividades de ocio y esparcimiento. Que la gente pueda tirarse al pasto o hacer actividad física. O que surjan magias como esta.
Es por eso que muchas veces se cuestionan las cifras oficiales de los gobiernos locales que contabilizan dentro de sus espacios verdes canteros, macetas, derivadores de tránsito y otras yerbas que, aunque están muy bien en aras de embellecer la calle y recuperar espacio para los peatones, no satisfacen esas necesidades. Aprovecho para recomendarte este mapa interactivo hecho por la Fundación Bunge & Born que te permite ver si los principales aglomerados urbanos de Argentina cumplen con esta regla. Fijate tu casa, tu barrio.
Sin embargo, ¿es esto suficiente? ¿Por qué entonces todos tenemos la aspiración de tener una casa con patio? Por la posibilidad de disfrutar de ese verde de manera semi-privada y sin necesidad de movernos. Quiero que mis hijos jueguen sin tener que andar vigilando. Quiero poder entrar y salir del patio para ir a buscar una birra a la heladera.
Pero si lo único que deseáramos fuera privacidad, ¿por qué estudios señalan que, bajo ciertas condiciones, los patios delanteros son más utilizados que los traseros? Porque queremos lo mejor de ambos mundos, como diría la filósofa contemporánea Hannah Montana.
Queremos la privacidad del hogar, pero también los estímulos y el sabor de lo desconocido que nos da la calle.
Bueno, hay una solución: diseñar las ciudades de manera tal que en el centro de cada manzana haya espacios verdes semi-privados, donde los residentes de esas viviendas puedan disfrutar de la naturaleza en soledad. O, si lo desean, de interactuar con otras personas.
Ciudades como Praga, Copenhague, Ámsterdam, Viena, Barcelona o Roma diseñaron así muchos de sus barrios, dejando los centros de manzanas sin edificar.
Toma aérea de un barrio de Berlín.
Los padres pueden disfrutar de un vinito en su balcón mientras ven a sus hijos jugar con otros chicos del barrio. Visualizalo.
Estos mecanismos resultan muy eficaces no sólo para ganar espacio verde en las ciudades, sino para suavizar las transiciones entre lo público y lo privado, entre el interior y el exterior. Según urbanistas como Jan Gehl, establecer límites flexibles en forma de zonas que no sean ni totalmente privadas ni totalmente públicas suele favorecer la conexión y el contacto entre los habitantes de una ciudad. La gente se siente más segura gracias al mayor grado de vigilancia y responsabilidad colectiva (todos cuidan a los hijos de todos), y con la libertad para decidir si quiere o no interactuar con otras personas.
Pero no hace falta que nos vayamos a Europa. Barrio Los Andes en Chacarita, un patio interno en San Cristóbal o los típicos complejos de viviendas del conurbano entendieron muy bien la importancia de contar con espacios verdes comunitarios en sus viviendas. Todas viviendas construidas para la clase obrera, porque no sólo los ricos tienen derecho a vivir bien en la ciudad.
Chacarita, San Cristóbal, Villa Celina y Tapiales, en ese orden.
También existe una tendencia a cerrar el tránsito vehicular en las calles internas de los barrios. Es lo que se conoce como supermanzanas. De repente la calle se transforma en nuestro patio. Los chicos juegan en la calle, como hacían tus padres y abuelos. La ciudad se llena de vida.
Una supermanzana en Eixample, un barrio de Barcelona.
Quizás el caso más interesante, que combina ambos modelos, sea el del Barrio Catalinas Sur, en el barrio de La Boca. Construído en los ´60 por la Comisión Municipal de la Vivienda, se trata de un barrio compuesto por 11 manzanas, donde viven casi 10 mil personas, en el que las calles internas son todas peatonales. Algo importante: al barrio puede entrar y salir quien quiera, es completamente público, como cualquier cuadra de Buenos Aires. De forma tal que se integra a la ciudad, no es un ghetto.
Los residentes deben dejar sus autos en el perímetro externo e ingresan a su casa caminando a través de calles y parques comunes donde se cruzan día a día con sus vecinos. Quienes viven ahí afirman sentirse encantados por la cantidad de verde, el poco ruido y la comunidad que se forma.
Los autos afuera, las personas dentro.
Dentro del complejo hay varios edificios que se agrupan y dejan sin edificar los centros de manzana, que se transforman en patios comunes.
Centro de manzana libre, lleno de verde. Foto de @buenosaires.alpaso.
Además, algunos edificios tienen lo que se conoce como planta baja libre, que se integra al espacio público de la calle, difuminando en una transición los límites de lo público y lo privado, como les comentaba.
Edificio con la planta baja libre. Foto de Rodrigo Nespolo.
Si les copa, podría realizar una entrega específica de este y otros complejos de viviendas. Por lo pronto, les recomiendo este video sobre el barrio Catalinas Sur de TikTok (les juro que es educativo) de @buenosaires.alpaso que hace muy buen contenido de urbanismo.
Recuperar las calles para las personas nos da la oportunidad de desarrollar corredores verdes que permitan conectar plazas y parques de la ciudad y darle continuidad a la mancha verde, favoreciendo la presencia de biodiversidad en las ciudades. Poder observar una variedad de plantas y animales es algo que valoramos muchísimo a la hora de alejarnos de la ciudad. Quizás haya una forma de traerla de vuelta. Pero sobre esto último ahondaremos en una próxima entrega.
Esto es todo por hoy. Nos vemos la próxima. Y como siempre, si querés charlar sobre urbanismo me podés contestar este mail o escribirme por Twitter.
PD: la introducción de este newsletter fue escrita antes de la derrota de River de ayer. Me quiero morir. Que gane la copa un brasilero.
Nico,
A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000 A1000