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Entrega N° 2 – La casa con jardín no es tan sustentable como pensás

a1000 , 17 julio, 2025

Hola, ¿cómo estás? Estas semanas sí que hizo calor, eh. El verano había arrancado tranqui. Nos engañó con un diciembre fresquito, pero ahora metió primera. Supongo que no debería sorprendernos, teniendo en cuenta que 4 de los 5 veranos más calurosos de la historia de Buenos Aires se dieron en los últimos 10 años. Y que las olas de calor más que se duplicaron de 1990 para acá. Pero bueno, ojalá que la lluvia de esta semana afloje un poquito la temperatura.

Hoy vengo con un tema un poco polémico, sobre todo entre quienes nos consideramos ambientalistas. Que presumo te autopercibís como tal si estás suscripto a este newsletter. Así que te pido que no me mates hasta terminar de leer. Después sí, me podés contestar el mail insultándome.

Ciudad vs Naturaleza

Quiero que hagas el siguiente ejercicio mental. Cuando pensás en vivir sustentablemente, ¿dónde te imaginás viviendo? Pensalo y recién después seguí leyendo. 

Lo más probable es que te imagines lejos de la ciudad, en una casa rodeada de naturaleza. Bueno, ¿qué pasa si te digo que es más sustentable vivir en un departamento en la ciudad? Si, así como leés. Suena contraintuitivo, ya sé.

Porque aunque hoy asociemos vivir bien a vivir en la naturaleza, esto no siempre fue así. La historia reciente está caracterizada por un proceso de concentración poblacional en ciudades. La revolución industrial inició un proceso de migración del campo a la ciudad en busca de trabajo y una mejor calidad de vida. La ciudad era para ese entonces sinónimo de oportunidades. De una vida mejor para vos y tu familia. Pero en el último tiempo se despertó en la gente un anhelo contrario: escapar de la ciudad para reconectar con la naturaleza y vivir una vida más tranquila, más lenta. Después llegó la pandemia que popularizó el trabajo remoto, acelerando este proceso.

Y vos me dirás, ¿qué tiene de malo querer conectar con la naturaleza? Bueno, nada. A mí, como militante ambiental, también me gusta la naturaleza. Pero por eso mismo es que quiero preservarla.

Ciudad Compacta vs Ciudad Expansiva

¿Cuál es el problema? Que si todos tomáramos la misma decisión de irnos a vivir lejos de la ciudad, tendríamos que agrandar la ciudad en tamaño, construyendo en terrenos que no están urbanizados. En cambio, si vivimos juntitos, podemos aprovechar mejor el espacio que ya está urbanizado.

Estos dos modelos contrapuestos se conocen como ciudad expansiva (o difusa) y ciudad compacta. Veamos las principales diferencias.

1. Densidad Poblacional

En la ciudad expansiva, la población se distribuye en un área más amplia, con viviendas de baja altura y grandes espacios entre ellas.

La ciudad compacta, en cambio, se caracteriza por una alta concentración de personas en un área reducida. Los edificios suelen ser de mediana o gran altura, aprovechando el espacio vertical.

Es decir que la ciudad expansiva ocupa mayor cantidad de suelo. Suelo que podría destinarse a preservar ecosistemas naturales o a producir los alimentos que necesitamos para vivir. Muchas ciudades argentinas están atravesando este proceso. En lugar de crecer hacia arriba, crecen hacia los costados.

Entre 1990 y 2015, la población de San Miguel de Tucumán aumentó un 40%. Pero su superficie aumentó un 200%.

Veamos el ejemplo de esta isla. Con la ciudad expansiva, el área natural de la isla se vería arrasada casi por completo. En cambio, con una ciudad compacta, podríamos mantener gran parte del entorno sin tocar, dejando que la naturaleza prospere.

2. Usos del Suelo

En la ciudad expansiva, los diferentes usos del suelo (zonas residenciales, comerciales e industriales) están separados, lo que obliga a largos desplazamientos. Tu casa, tu trabajo, la escuela de tus hijos, el hospital y el supermercado están muy alejados entre sí.

Por su parte, la ciudad compacta combina zonas residenciales, comerciales, laborales y de ocio en un mismo espacio. Lo que se conoce como uso mixto del suelo. Todo queda cerca de tu casa, por lo que no tenés que viajar mucho.

Ejemplo de ciudad compacta. Barcelona, con edificios de mediana altura y comercios en la planta baja.

3. Transporte

Esto se vincula con el tercer punto. ¿Cómo nos movemos? Bueno, en la ciudad expansiva todo queda lejos de tu casa, así que no te queda otra que agarrar el auto. Un estudio en Shanghái (China) revela que quienes realizan viajes de menos de 2 km eligen moverse en transporte público en el 81% de los casos. A medida que la distancia aumenta, también lo hace el % de viajes en coche. Cuando la distancia es superior a 10 km, el 58% elige usar el auto.

En Argentina, los viajes en auto por el interior del país aumentaron del 40% al 70% de 1987 a 2015, relegando al micro al segundo lugar, y eliminando casi por completo los viajes en tren producto de la destrucción de nuestra red ferroviaria.

Esta dependencia del auto no sólo genera mayor tráfico, sino que además es sumamente perjudicial para el planeta, teniendo en cuenta que aproximadamente el 15% de las emisiones globales que producen el cambio climático son causadas por el uso del coche.

Una ciudad compacta, por el contrario, fomenta el transporte público, la bicicleta y caminar, reduciendo la dependencia del auto particular, y las emisiones. Usar el tren en lugar del auto para distancias medias podría reducir las emisiones en hasta un 80%. Pero lo mejor es reducir las distancias, para ir caminando o en bici, que además de ser medios de transporte libres de emisiones, mejoran la salud física y mental.

4. Consumo de Recursos

Además de ocupar más suelo natural, la ciudad expansiva consume más recursos como la energía y el agua, porque requieren mayor infraestructura para llevar esos servicios a zonas remotas y mal conectadas.

Además, tener viviendas pegadas en edificios permite un consumo más eficiente de la energía. Un edificio consume menos energía que la misma cantidad de viviendas en casas separadas.

En definitiva, vivir en casas lejos de la ciudad depreda ecosistemas naturales, nos hace dependientes del auto y consume más recursos naturales. Esta imagen resume bastante bien las diferencias entre ambos modelos 👇

En su faceta más extrema, este modelo de vida se traduce en la creación de countries y barrios cerrados que arrasan con la naturaleza. Como el caso de Nordelta, que está destruyendo los humedales del Delta del Paraná y echando a los carpinchos de su hábitat natural. Se nota que los que viven ahí nunca vieron la película Vecinos Invasores.

Más desastres naturales
A todo esto debemos sumar un factor ineludible: los desastres naturales como tormentas, inundaciones e incendios van a ser cada vez más frecuentes. Si vivimos dispersos no sólo aumentaremos la posibilidad de que esos desastres ocurran, sino que además no tendremos los recursos para proteger a la gente que viva en esos lugares por fuera de las ciudades.

Los incendios en Los Ángeles de las últimas semanas son un gran ejemplo de ello. Los municipios y gobiernos locales no tienen la capacidad de prevenir ni proteger del fuego a las personas que deciden vivir en zonas secas no aptas para la casa con jardín. Y lo que termina sucediendo es que los que tienen más plata pueden comprar su salvación, mientras que el resto sufre las consecuencias.

El pasado se repite

Pero esto no es la primera vez que sucede. A principios del 1900 surgieron corrientes urbanistas que buscaban crear alternativas a las grandes ciudades, que se habían convertido para algunos en sinónimo de hacinamiento, ruido y contaminación producto de la revolución industrial. Surgieron así los conceptos de “ciudad jardín” y “ciudad dormitorio”.

Estos modelos buscaban descentralizar las grandes ciudades, dispersando la población en unidades más pequeñas como pueblos y suburbios, en los que la gente podría vivir en armonía con la naturaleza y conectar con una comunidad más pequeña.

Letchworth Garden City, a las afueras de Londres, fue la primera ciudad-jardín.

Ciudad dormitorio en Los Ángeles

Sin embargo, como bien cuenta Jane Jacobs en “Muerte y Vida de las Grandes Ciudades”, estos modelos urbanos, lejos de crear comunidades autosuficientes, terminaron en el aislamiento de su población y la dependencia total del automóvil (que no casualmente se popularizó a partir de 1920) para desplazarse hacia los grandes centros urbanos que seguían ofreciendo bienes y servicios necesarios para la vida.

¿Y entonces?

Todo esto no quiere decir que no haya algo deseable en esas ganas de acercarse a la naturaleza y vivir una vida más lenta. Creo que esos deben ser objetivos fundamentales a perseguir. Pero que hay que buscar satisfacer dentro de las ciudades. Con más verde y menos apuros. Con menos autos y más gente en las calles. Con menos aislamiento y más encuentro. Con menos violencia y más solidaridad.

Porque el principal y más importante atributo de las ciudades compactas es su vida activa. La proximidad entre personas fomenta la interacción social y el sentido de comunidad. En cambio, si vivimos aislados, no tenemos futuro.

Antes de despedirnos

Seguramente ya formes parte, pero en caso de que no, te invito a sumarte a la comunidad de A1000, un espacio donde vas a poder debatir tus ideas sobre la ciudad y enterarte de actividades, capacitaciones y oportunidades para participar en proyectos.

Te invito también a que te sumes a nuestra comunidad de Socios por el Clima. Podés hacerlo acá, colaborando con el monto que quieras y puedas. Y si no podés, no pasa nada. También podés apoyarnos compartiendo lo que hacemos. En redes o con tu familia y amigos.

Por último te recuerdo que hoy y mañana es el encuentro “Ciudades y Sociedades Sostenibles” en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Si todavía no te anotaste, podés hacerlo acá. Y acá podés ver el programa. Si vas, ¡nos vemos ahí!

Y como siempre, si querés charlar sobre urbanismo me podés contestar este mail o escribirme por Twitter.

Nico,

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